sábado, 24 de enero de 2009

Instrucciones para llorar

Instrucciones para llorar. Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.

Julio Cortázar

Ryszard Kapuscinski

Anotando una idea

Oh sí

pasó mucho tiempo
hasta que aprendí a pensar en el hombre
como en el hombre
hasta que descubrí esta forma de pensar
hasta que cogí este camino
en esta redentora dirección
y al hablar del hombre o pensando en él
dejé de hacer preguntas
de si es blanco o es negro
anarquista o monárquico
seguidor de la moda o de lo rancio
si es de los nuestros o de los otros
y empecé a preguntar
qué hay en él de humano


y si hay algo


y también pregunté si ser hombre es algo evidente que sucede
por que sí o si hay que estar intentándolo todo el tiempo
insistir constantemente despertar en uno mismo el deseo de
ser hombre


y desde entonces empecé a buscarlo
en su especificidad
en su unicidad
quise acercarme
sobre todo acercarme a él en mí
en mi propio interior
deseé que existiera en mí


sin etiquetas señales banderas
sin tomahawk
sin penacho de plumas


que abandonara su trompeta de hojalata.


Ryszard Kapuscinski

martes, 20 de enero de 2009

La Felicidad para Mercedes

Felicidad es ...sentir que cada minuto es perfecto en si mismo.
Felicidad es ....oler el aroma de la alegria.
Felicidad es .....oir el ruido de tu corazon vivo.
Felicidad es ....una cancion que dura mientras piensas que todo lo que tienes ahora es sencillamente lo mejor que puedes tener.
Felicidad es....sencillamente ese momento de paz en que dejas de luchar por conseguir algo mas ,mejor o diferente y te conformas con lo que hay y ....felicidad es por supuesto mirar a quien te rodea ...si sufre si vive ,si siente y desearle que sienta lo mismo en algun momento .

Mercedes Menendez

domingo, 18 de enero de 2009

EL CLUB DE LOS VIERNES












Una historia de amistad, amores traicionados y redención en la que Kate Jacobs se sirve de forma sutil del poder metafórico de hacer punto para brindarnos el retrato de la vida de un grupo de mujeres.

JACOBS, KATE:"EL CLUB DE LOS VIERNES"

viernes, 16 de enero de 2009

Vosotros ,los europeos

“Vosotros (los europeos) creéis que la verdad es siempre solemne,
que la alegría es frívola y que la danza y el canto son incompatibles con la educación científica.
Errores puritanos que todavía perduran después de muerto el puritanismo.
Para mí, todos esos aspectos se ensamblan entre sí,pues cada uno expresa el ritmo y la alegría de la vida,la diosa que canta y llora en cada gota de rocío,en cada brizna de hierba, en cada pensamiento y acción de nuestra vida.
Eso es lo que puede enseñar la India a vuestra humanidad:
que el primero y el último de los deberes es la realización consigo mismo,y eso se traduce en alegría, danza y éxtasis.”
Rabindranath Tagore.
Encuentro con Mircea Eliade en Shantiniketan, marzo de 1930
(Mircea Eliade “La India” Ed.Herder. Barcelona 1997, pág. 218.)

sábado, 10 de enero de 2009

Como nacieron las flores.Leyenda Tehuelche

Hace mucho, muchísimo tiempo, las plantas aún no tenían flores. En ese entonces vivía en el sur una bella niña tehuelche[2] llamada Kospi, de suaves cabellos y dulces ojos negros. Una tarde de tormenta, cuando el fulgor del relámpago iluminaba todos los rincones de la tierra, Karut (el trueno), la contempló asomada a la entrada del Kau (toldo) de sus padres.

La vio tan hermosa, que a pesar de que él era rústico, hosco y bruto, se enamoró locamente de ella. Ante el temor de que la linda niña lo rechazara, la raptó y huyó lejos, retumbando sobre el cielo, hasta desaparecer de la vista de los aterrados padres de la chica. Al llegar a la alta y nevada cordillera, la escondió en el fondo de un glaciar. Encerrada allí, fue tanto el dolor y la pena que sintió que de a poco fue enfriándose hasta que se convirtió en un témpano de hielo, fundiéndose con el resto del glaciar.

Tiempo después, Karut quiso visitarla y al comprobar su desaparición, se enfureció terriblemente lanzando bramidos de desesperación. Tanto ruido rodó hasta el océano y atrajo muchas nubes que empezaron a llover y llover sobre el glaciar hasta derretirlo completamente. Así, Kospi se transformó en agua y corrió de prisa montaña abajo en torrente impetuoso. Luego se deslizó por los verdes valles y empapó la tierra.

Al llegar la primavera, su corazón sintió ansias de ver la luz, de sentir la cálida caricia del viento y de extasiarse contemplando el cielo estrellado por las noches. Trepó despacio por la raíz y tallo de las plantas y asomó su preciosa cabecita en las puntas de las ramas, bajo la forma de coloridos pétalos. Habían nacido las flores. Entonces todo fue más alegre y bello en el mundo. Por ese motivo es que los tehuelches llamaron Kospi a los pétalos de las flores.

[1] En lengua Tsoneka o tehuelche se le denomina Kospi a los pétalos de las flores.

[2] Dice la leyenda “... Kospi empleaba el tiempo en las tareas propias de la mujer Tsoneka, coser quillangos, pintarlos, preparar pinturas, tejer mantas...”. Costumbre de la mujer tehuelche.

http://www.portalpatagonico.com/patagonia/leyendas/kospi.html

BREVE CURSO PARA APRENDER A MORIR (I)

Por Cristian Warnken
Rehuir la experiencia de la muerte es como rehuir la experiencia del amor. Ambas vivencia radicales le restituyen a la vida su esplendor y densidad, muchas veces anestesiados por la rutina y el tedio. Es curioso cómo nuestra época rehúye a ambos -amor y muerte- con pavor: ambos nos colocan ante el fracaso y la fragilidad. Pero al privarnos de estas experiencias "negativas" nos privamos también del éxtasis y la lucidez, nos negamos ese salto a la otra orilla que tan bien han descrito místicos y poetas.
En Occidente hubo un período muy intenso de investigación sobre la muerte: entre el 500 d.C. y el siglo XV. Nunca habíamos contado con tantos relatos sobre experiencias cercanas a la muerte de boca de niños, nobles, mendigos, sabios, ignorantes, reyes y papas. Hoy abundan el silencio y la ocultación sobre la muerte. Hemos perdido la rica tradición que hizo de la Edad Media uno de los períodos más fascinantes de la historia de Occidente.
Desde entonces, Oriente nos lleva la delantera. Nuestras carencias en tecnología espiritual sobre la muerte deben ser, a los ojos de los tibetanos, por ejemplo, tan abismantes como para nosotros resulta la pobreza económica en Bangladesh.
Este breve curso pretende abrir un espacio de reflexión práctica tan necesario como un curso de primero auxilios o de cocina japonesa. Y por lo demás ¿de qué van a servir nuestros conocimientos sobre sashimi, marketing o computación cuando llegue ese momento en que nos falle el olfato, luego el sabor, y un frío intenso empiece a apoderarse de nosotros, desde las extremidades de nuestro cuerpo hacia arriba?
No sabemos nada de la muerte, nada. ¿Sabía usted, por ejemplo, que lo último que perdemos antes de morir es la audición, y que un agónico en estado de coma oye lo que está ocurriendo alrededor de su lecho de muerte? ¿No es coincidente eso con las prácticas tibetanas de hablarles al oído a los moribundos, indicándoles los pasos del viaje que se inicia? ¿Qué indica esa persistencia del oír hasta el último instante? ¿Por qué oyen los agónicos? Este solo aspecto daría para investigaciones neurofisiológicas o filosóficas. Pero nuestro tiempo no quiere oír el sonido de la muerte. Hacemos oídos sordos a su hablar de millones de años. Sólo las civilizaciones que han aprendido a escuchar a la muerte han podido también hablar de ella, decir algo más sustantivo que nuestro cobarde escamoteo, nuestro aterrado silencio.
Algunas proposiciones de carácter general:
1. Introducir un cursillo sobre la muerte en todos los colegios: que los cursos visiten cementerios, escriban sus propios epitafios, investiguen el riquísimo saber popular sobre la "Pelá" en el habla y la poesía del campo (por ejemplo, payas y décimas).
2. Reunir a médicos, neurobiólogos, religiosos y poetas en un encuentro interdisciplinario de reflexión sobre la muerte. Algo análogo a lo que hiciera Francisco Varela con el Dalai Lama. Financiarlo con platas concursables del Fondart, tantas veces desperdiciadas en proyectos banales y sin trascendencia.
Sería estupendo un proyecto que cruzara a científicos con poetas, por ejemplo.
3. Replicar la Fiesta de los Muertos que se celebra en México como una forma de ritualizar colectivamente la muerte, en vez de celebrar esas insípidas fiestas de la cultura hoy tan en boga. Que la muerte, en forma de máscaras, bailes o calaveras de azúcar, inunde las calles de nuestras ciudades. Que la muerte recorra los malls, los ministerios, los sets de televisión, haciéndonos oír su música sagrada. No se trata de repetir el gesto idiota del general español que en la Guerra Civil gritara "viva la muerte" en el patio de una universidad. No. Se trata de que la muerte viva en nuestras conversaciones, en nuestros símbolos y fiestas, porque una cultura que no expresa su mirada frente a la muerte termina condenándonos a esperarla -el día que ella llegue- como ciegos o sordos, en el oscuro callejón de nuestra propia soledad.
Del libro: "Las Noticias que siempre serán Noticia". (2001)

viernes, 9 de enero de 2009

Miguel Hernandez

“De sangre en sangre vengo /como el mar de ola en ola, / de color de amapola el alma tengo, / de amapola sin suerte es mi destino, / y llego de amapola en amapola / a dar en la cornada de mi sino”.

Paula

(...)
Soy el vacío, soy todo lo que existe, estoy en cada hoja del bosque, en cada gota de rocío, en cada partícula de ceniza que el agua arrastra, soy Paula y también soy yo misma, soy nada y todo lo demás en esta vida y en otras vidas, inmortal"

Isabel Allende

martes, 6 de enero de 2009

Ida Vitale

Corta la vida o larga, todo
lo que vivimos se reduce
a un gris residuo en la memoria.

De los antiguos viajes quedan
las enigmáticas monedas
que pretenden valores falsos.

De la memoria sólo sube
un vago polvo y un perfume.
¿Acaso sea la poesía?

RESIDUA De "Parvo Reino" 1984

jueves, 1 de enero de 2009

Sueño de libertad

Si salgo un día a la vida
mi casa no tendrá llaves:
siempre abierta, como el mar,
el sol y el aire.

Que entren la noche y el día,
y la lluvia azul, la tarde,
el rojo pan de la aurora;
La luna, mi dulce amante.

Que la amistad no detenga
sus pasos en mis umbrales,
ni la golondrina el vuelo,
ni el amor sus labios. Nadie.

Mi casa y mi corazón
nunca cerrados: que pasen
los pájaros, los amigos,
el sol y el aire.


Marcos Ana

Marcos Ana, -pseudónimo que surge de la unión del nombre de su padre y su madre-, comunista convencido, combatió en el bando republicano, siendo apenas un adolescente. Hecho prisionero al finalizar la guerra, pasó 23 años en distintas prisiones, en definitiva, toda su juventud. En ellas comenzó a escribir poemas con la libertad como fondo.