Hay días en que la idea de la muerte
viaja en mi como un largo tren de lujo
con mullidos asientos de terciopelo.
Serán leves los paisajes de la ventana
y el desconocido que lee el periódico
en el compartimento
me invitará a escoger una galleta.
Me gusta la idea de quitarme los zapatos
inmóvil avanzar veloz a través de verdes y húmedas extensiones
¿Por qué va ser negra la muerte y no verde?
¿Quién puede certificar su color?
En la estación, los amigos leales
me habrán despedido con naturalidad;
otros alardearán de intimidades
o discutirán en detalle la ceremonia de la partida.
Ya ninguno de ellos se reflejará en las ventanas
Como tampoco me reflejaré yo
o el desconocido leyendo el periódico en el vagón.
Las imágenes de este dolor que vivo
quizás las sacaré entonces de la caja de sombreros.
Las extenderé sobre el asiento vacío.
Se las mostraré al acompañante mudo.
El dolor se habrá envejecido, amarillado.
Lucirá mustio y hasta sentiré nostalgia
igual que ante la foto de la infancia
la niña, la pelota sobre la playa.
Ah!
Que días estos
en que la muerte
viaja en mí
como un largo tren de lujo
con mullidos asientos de terciopelo.
Gioconda Belli. El ojo de la mujer (Antología, 1991)
martes, 14 de abril de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario